A lo largo de la historia se ha visto como, en multitud de ocasiones, la carencia de un material natural da pie a la creación de otro fabricado con mayores ventajas que el original. Este es el caso del tablero contrachapado.
Su origen data del antiguo Egipto, región conocida por la ausencia de arbolado del cual obtener madera de calidad. Para subsanar esta carencia, los egipcios comenzaron a crear tableros con láminas de madera de menor firmeza, intercaladas entre sí y con un acabado superficial diferente. Esta solución no solo les permitió construir bellos muebles sino que, además, obtuvieron un sistema de construcción que mejoraba la resistencia estructural de la madera natural.
Fue así como este material seguiría utilizándose de manera artesanal a lo largo de la historia, desde entonces y hasta el siglo XIX, momento en el que Emmanuel Nobel inventó los tornos giratorios que permitieron fabricar la chapa de manera de forma industrializada. Fue este el inicio de su abundante fabricación y su expansión como material de construcción y de mobiliario, ampliamente utilizado por diseñadores de renombre como Gerrit Rietveld o Alvar Aalto.
Actualmente, los tableros contrachapados se obtienen mediante la superposición y el encolado de chapas de madera, alternando sus fibras para ganar resistencia. Suelen conformar cada tablero un número determinado de chapas impares, con el fin de mejorar su capacidad estructural. Estas capas de fina madera se pegan mediante presión y a una temperatura de 140 ºC, tras lo cual se recubren mediante polímeros fenólicos para rematar su acabado e impedir la absorción de la humedad. De esta manera se pueden emplear dichos tableros tanto para interiores, en mobiliario o casitas para niños, como en exteriores para cabañas o juegos infantiles, por su capacidad de resistir la humedad de la intemperie.
Los tipos de madera más comúnmente empleados suelen ser de dos clases: blandas, como el pino o el abeto para la construcción de muebles, a las que se les puede dar un acabado decorativo superficial, o si lo que se busca es un tablero de mayor capacidad estructural, se suelen emplean maderas más duras, como roble rojo, abedul, arce, caoba, utilizadas para la construcción de cabañas, entre otras cosas. Dentro de estos casos, el contrachapado de abedul puede ser, por su resistencia, empleado para diversos usos: encofrados de hormigón, construcción de aviones y camiones y encimeras de cocina.
Todo esto hace que dicho material, de máxima calidad gracias a su gran capacidad de resistencia frente a la intemperie y al desgaste fruto del uso continuado, sea el elegido para desarrollar nuestra gama de casitas de jardín y casas de madera para niños para exterior, destinadas a jardines y parques infantiles
En este enlace se puede acceder a un documental sobre la fabricación de estos materiales.
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